Compartimos con ustedes la colaboración de nuestro blogger invitado, Manuel
Manuel Bartra Mujica es abogado laboralista, graduado con honores en la Universidad de Lima, con especialidades de post grado en gestión del talento. Además de su actividad profesional, escribe columnas de opinión respecto a sus intereses políticos y sociales.
Acerca de “Con mis hijos no te metas”
“La ignorancia es atrevida”, frase atribuida a Domingo Faustino, nos sugiere que mientras menor conocimiento tengamos más brutales, violentos e intolerantes seremos con nuestro prójimo. Vale decir, mientras más ignorantes somos, nuestra conducta es más salvaje, desconsiderada y menos acorde con los verdaderos valores cristianos.
Tal frase me viene a la mente con ocasión de la marcha que durante los próximos días se realizará bajo el lema “Con mis hijos no te metas”, promovida y suculentamente financiada por grupos ultraconservadores y religiosos que pretenderían evitar que el Ministerio de Educación incluya en el currículo escolar la denominada “ideología de género”, que -según ese colectivo- sería una suerte de adoctrinamiento perverso y demoníaco para que los niños y niñas elijan impúdicamente su sexualidad y puedan convertirse en pequeños travestidos.
Como el sentido común sugiere, esto último no solo es una absurda exageración sino una tendenciosa tergiversación, que por cierto ya ha sido tajantemente rechazada y desmentida por nuestra máxima autoridad del sector de Educación. Por lo demás, es obvio que la orientación sexual -simple y llanamente- no se puede enseñar ni mucho menos imponer, ya sea con clases o forceps, de modo que aún en el fantasioso supuesto negado que el Estado tuviera como finalidad volver a todos los niños del Perú homosexuales, tal propósito sería tan imposible como pretender que los niños -de pronto- se vuelvan -por ejemplo- rubios o pelirrojos.
A su vez y desde la acera opuesta, los defensores de incluir en la enseñanza la importancia de la equidad de género (el colectivo “Con la igualdad no te metas”), afirman que la “ideología de género” -en realidad- no existe como tal y que, en cualquier caso, lo que finalmente se busca es eliminar el tradicional y dañino bullyng asociado a estereotipos machistas que se van forjando y desarrollando desde que todos somos niños/as (por ejemplo, nociones como “niño que llora es maricón” o “niña que no juega con muñecas es marimacha”).
La supresión de esta clase de nociones y estigmatizaciones viene siendo -a modo de referente- la sana tendencia educativa en los países más civilizados y/o con mejores índices de calidad de vida del planeta (Dinamarca, Finlandia, Suecia, Noruega, entre otros). En estos países que indiscutiblemente ostentan la mejor calidad educativa del mundo, ya se ha superado y/o dejado atrás la elemental asignación de roles y características asumidas por género, para abrir campo a que cada niño o niña pueda -de acuerdo a su propia sensibilidad- reconocer la manera de expresar libremente su género, sin que ello suponga ser catalogado de enfermo o, peor aún, sea perseguido, humillado y -de alguna manera- emocional y socialmente mutilado.
De ese modo, la educación contribuye a erradicar la homofobia y el machismo histórico que tanto daño produce no sólo en los niños y niñas (es decir, en nuestros hijos, hijas, nietos o nietas), sino en la humanidad entera, con miras a desarrollar y mejorar el mundo en el que vivimos, dotándolo de mayor tolerancia, solidaridad, fraternidad, equidad, justicia y libertad.
Sin embargo, es obvio que estos valores asustan a quienes prefieren -como en antaño- vivir bajo una estructura social rígida y excluyente, que condicione y subordine el género y la libertad sexual a dogmas y patrones pre-establecidos de control social, que bien nos recuerdan a la “Santa” Inquisición.
Para ellos y ellas, todos machistas por definición, el mundo es mejor si todos nos regimos única y exclusivamente bajo la arbitraria dicotomía del color celeste -si se nace con pene- o, como única alternativa, el color rosado -si se nace con vagina- tal como sugieren los miles de carteles y la millonaria propaganda con la que han decido adornar la ciudad de todos y todas. Así es pues, la ignorancia es atrevida y también profundamente machista.
Fotos: Adrian Arriola