Author Archives: Claudia Palomino Zapata

La violencia de género y la comunidad LGTBIQ

Claudia

 

La Comisión Internacional de Derechos Humanos califica los actos de violencia contra mujeres, incluyendo a las mujeres lesbianas, bisexuales y trans, como manifestaciones estructurales e históricas del sexismo, prejuicios contra orientaciones sexuales e identidades de género no normativas, y la desigualdad entre los hombres y las mujeres prevalentes en nuestras sociedades (CIDH, 2015). Estos actos de violencia se caracterizan por ser ciclos continuos de violencia y discriminación que se multiplican por la impunidad y la falta de acceso a la justicia.

                                                                                                                      Foto: CNN.com

Las mujeres lesbianas corren especial riesgo de violencia como resultado de la misoginia y la inequidad de género en la sociedad (ONU, 2015). Aunque se trata solo de la punta del iceberg, como muestra de ello se registraron 55 actos, entre letales y no letales, de violencia contra mujeres lesbianas o percibidas como lesbianas entre enero 2013 y marzo 2014 en 25 Estados Miembros de la Organización de Estados Americanos (CIDH, 2014).

Un ejemplo de estos actos son las mal llamadas “violaciones sexuales correctivas”, prácticas donde se viola a mujeres lesbianas con el objetivo de sancionarlas y castigarlas por su orientación sexual. La gran mayoría de estos casos no están documentados debido a la falta de denuncias. Para llenar el vacío por la falta de estadísticas, en el 2015 se publicaron testimonios de Perú en el libro Hey, soy gay donde se relatan casos como el de una Arequipeña violada por su tío “para hacerla mujer” (BBC, 2015).

En Ecuador se tienen los casos de los centros de rehabilitación clandestinos que buscan “curar” la homosexualidad a través de agresiones físicas, torturas con electrochoques, violaciones sexuales correctivas también llamadas terapias sexuales, privación de alimentos o consumo de alimentos descompuestos,  entre otros (El Universo, 2013).

La CIDH también visibiliza el problema de la violencia contra mujeres trans como el resultado de diversos factores con efectos multiplicadores, como la exclusión, discriminación y violencia dentro de la familia, las escuelas y la sociedad en general, la falta de reconocimiento de su identidad de género, la participación en ocupaciones que las ponen en mayor riesgo de violencia, y la alta criminalización.

                                                                                                                  Foto: Lau_Lau Chan

Esta violencia generalizada, los prejuicios y la discriminación por la sociedad en general y dentro de la familia, son obstáculos para que las mujeres tengan acceso a la educación, los servicios de salud, vivienda y al mercado laboral formal. Como es el caso de aproximadamente el 90% de mujeres trans en América, las cuales ejercen el trabajo sexual como medio de supervivencia (REDLACTRANS, 2014).

Otra manifestación es la violencia médica, como en los casos de personas intersex. Es importante señalar que la CIDH no tiene datos específicos pues estos actos de violencia son principalmente intervenciones médicas que buscan “normalizar” los genitales y/o cuerpos de las personas intersex, de acuerdo a protocolos médicos aprobados por el Estado. La mayoría de estas intervenciones se realizan sin el consentimiento de la persona intersex, sus padres o madres; además, los sentimientos de vergüenza y temor a la discriminación por parte de la sociedad suman a la invisibilidad de esta forma de violencia (CIDH, 2014).

Se enfatiza que el número de casos registrados es bajo y una de las razones por la que se dificulta la denuncia y visibilización de este tipo de casos es la cercanía que las víctimas tienen con sus agresor*s, que muchas veces son parte de sus familias o entornos conocidos donde se utiliza la heterosexualidad obligatoria como mecanismo de control. Otra razón es el temor a represalias al identificarse como LGTBIQ o porque no confían en la policía y/o el sistema judicial, especialmente al conocerse casos de abusos policiales como actos de tortura, tratos inhumanos y degradantes, y ataques verbales y físicos.

                                                                                                                          Foto: Telegraph

La violencia se reproduce en los servicios e instituciones del aparato de justicia del Estado, primero por la falta de una adecuada protección legal, ya que no existen agravantes por discriminación basada en la orientación sexual e identidad de género en los crímenes de odio. Asimismo, es necesario dar a todas las personas el derecho de reconocimiento de su identidad de género en documentos oficiales. En segundo lugar, para evitar la revictimización se debe capacitar a l*s funcionari*s públic*s para responder y atender de forma correcta a las víctimas, para que mujeres lesbianas, bisexuales y trans ya no sufran de tratos discriminatorios, cuestionamientos reiterados y abusivos sobre su vida sexual por trabajador*s públic*s como oficiales de medicina forense, policías, jueces y juezas, entre otr*s.

Internacionalmente se han definido cinco pasos clave para poner fin a la discriminación y violencia contra la comunidad mundial LGTBIQ, que sólo podrán ser cumplidos a través de una alianza global: despenalización, despatologización, reconocimiento de la identidad de género, inclusión cultural y empatización (ONU, 2016).

Fuentes:

BBC, 2016: Perú “violaciones correctivas, el terrible método para curar” a las lesbianas

CNN, 2017: La compleja realidad de ser gay en América Latina

Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2014: Una Mirada a la Violencia Contra Personas LGBTI

Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2015: Formas y Contextos de la Violencia contra las Personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex

El Universo, 2013: En Ecuador hay unos 80 centros clandestinos que ofrecen rehabilitación de adicciones

Organización de las Naciones Unidas, 2016: Discriminación y violencia contra las personas por motivos de orientación sexual e identidad de género

Organización de las Naciones Unidas, 2016: El nuevo experto de la ONU sobre LGBT insta a asociarse globalmente para poner fin a la violencia y la discriminación

Red Lactrans, 2014: Informe sobre el acceso a los derechos económicos, sociales y culturales de la población trans en Latinoamérica y El Caribe

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Las Mujeres en el Mundo Laboral

Claudia

El tema del Día Internacional de la Mujer este 2017 es: “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030″ y es un buen día para reflexionar qué significa esto, tanto para mujeres como hombres, en el contexto de la violencia contra las mujeres.

Es cierto que el porcentaje de participación en la fuerza laboral de las mujeres en América Latina y El Caribe se ha incrementado en los últimos años, aumentando de 44.5% en 1995 a 52.6% en 2015 (ILO, 2016). Y también es cierto que esto no significa, necesariamente, que estos trabajos obtenidos por mujeres son de calidad y libres de violencia de género.

Algunas personas podrán pensar:

En el ámbito laboral se pueden presentar muchos tipos de violencia y es importante visibilizarlos. Un ejemplo es el acoso sexual que se manifiesta de dos formas, una de ellas es como chantaje donde se condiciona a la víctima con la obtención de un beneficio laboral, por ejemplo aumento de sueldo, una promoción o inclusive la permanencia en el empleo, para que acceda a comportamientos de connotación sexual. Otra forma es como ambiente laboral hostil donde la víctima de esta manifestación de violencia afronta situaciones de intimidación o humillación, como el contacto físico innecesario y no deseado, insultos, observaciones, miradas lascivas, bromas e insinuaciones de carácter sexual (OIT, 2013).

Otro ejemplo es la violencia económica, que es la desigualdad en el acceso a los recursos económicos y las propiedades compartidas o a la libre disposición del patrimonio personal de las mujeres. Incluye impedir y/o dificultar el acceso a un puesto de trabajo, por ejemplo cuando no se toma en cuenta a mujeres para cierto tipo de empleos por no considerarlas física o mentalmente capaces, lo que se conoce como segregación horizontal. Un ejemplo del pasado, que sigue ocurriendo en el presente, lo podemos ver en la experiencia de las protagonistas de la película Talentos Ocultos, mujeres que tuvieron que luchar para que sus habilidades matemáticas fueran reconocidas en la NASA al mismo nivel que las de sus compañeros de trabajo hombres.

(Catalyst, 2016)

También podemos reconocer este tipo de violencia en la discriminación que sufren las mujeres al no ser consideradas para una promoción laboral, resultando en distintos niveles, cargos y puestos de jerarquía entre hombres y mujeres, conocido como segregación vertical. Es por ello que no sólo se debe tomar en cuenta el porcentaje de mujeres dentro de una compañía, sino también en qué puestos se encuentran puesto que sólo el 18% de mujeres a nivel Latinoamérica ocupan puestos de liderazgo en la empresa y el 52% de empresas Latinoamericanas no tienen mujeres en puestos de Gerencia (Grant Thornton, 2016). Una de las razones de esta grave situación se debe a la posibilidad de un embarazo y la licencia de maternidad que conlleva, muchas veces considerada como “tiempo perdido”. Y debido a esto, se calcula que sólo el 28% de las mujeres empleadas mundialmente gozan en la práctica de algún tipo de licencia de maternidad (ONU Mujeres, 2015).

Asimismo, cuando se habla de tiempo y el uso de tiempo también se tiene que considerar la carga del trabajo no remunerado que realizan las mujeres, donde se muestran patrones tradicionales de división del trabajo donde las mujeres trabajan, en total, más horas que los hombres cuando se suman las horas destinadas a trabajo remunerado y a trabajo del hogar no remunerado. En el caso de Perú las mujeres tienen una carga total de trabajo de 9 horas con 15 minutos más que los hombres (INEI, 2016), en Ecuador las mujeres trabajan 17 horas con 42 minutos más (INEC, 2012) y en Paraguay se registró una brecha de 6 horas con 7 minutos (DGEEC, 2016).

 

 

Otra manifestación es la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres que tienen el mismo puesto y poseen las mismas funciones, se estima que en América Latina se necesitan US$1.7 billones (que significa un aumento en salarios de 94.5%) para cerrar tanto la brecha salarial como la de participación en el mundo laboral (Action Aid, 2015).

Una de las distintas razones por las que las mujeres sufren de violencia, son las relaciones de poder que experimentan en todos los ámbitos de su vida, y sus lugares de trabajo no son una excepción. Este tipo de relaciones de poder afectan a mujeres en todos los niveles jerárquicos y tipos de trabajo pues puede darse porque las mujeres se encuentran en posiciones de menos poder y más vulnerables, resultando en un indebido uso de autoridad y ejercicio de control sobre otras personas, así como puede darse cuando se les percibe como competidoras por el poder.

¿Qué podemos hacer nosotr*s para ayudar a la transformación del mundo y lograr que las mujeres representen el 50% de un mundo laboral libre de violencia?

El primer paso es aceptar, respetar y promover la diversidad en nuestros lugares de trabajo.

Las personas:

  • Apoyar a las mujeres de nuestra familia cuando tengan que trabajar fuera del horario laboral, no haciéndolas sentir culpables.
  • Hacernos cargo de la parte de los quehaceres del hogar que nos corresponden. Todas las personas que viven en la casa deben compartir las tareas equitativamente y no asumir que siempre será una de las mujeres la encargada.
  • No juzgar ni rechazar a las mujeres que deciden poner sus estudios y su carrera como prioridad, a las que deciden no tener hij*s, ni a las mujeres que deciden tenerl*s y, a la vez, preservar una carrera exitosa.
  • Compartir con tu pareja responsabilidades iguales en el cuidado y crianza de l*s hij*s.
  • No utilizar calificativos despectivos para describir el liderazgo de las mujeres que han conseguido puestos altos en una organización.

Las empresas:

  • Fortalecer los mecanismos que aseguran la protección del derecho a una vida libre de violencia en todas sus formas.
  • Institucionalizar estrategias y medidas de prevención, sanción y reparación para las mujeres que sufren de violencia.
  • Asegurar que las capacitaciones sean en horario laboral y no fuera de éste para poder incluir a quienes tienen responsabilidades de cuidado y crianza.
  • Revisar si en la organización hay puestos que tienen un sexo asignado y de ser así proponer cambios, por ejemplo “personal para secretariado” o “profesional en ingeniería”.
  • Desarrollar campañas informativas y de prevención que pongan en evidencia las formas de violencia y cómo evitarlas.

 

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