Compartimos con ustedes la colaboración de nuestro blogger invitado, Manuel
Manuel Bartra Mujica es abogado laboralista, graduado con honores en la Universidad de Lima, con especialidades de post grado en gestión del talento. Además de su actividad profesional, escribe columnas de opinión respecto a sus intereses políticos y sociales.
Pocas profesiones están tan desprestigiadas, a la vez que son social y éticamente tan cuestionables como la que ejercen las y los abogados. No en vano tantos chistes -a nivel mundial- recaen sobre ell@s. Entre broma y broma, la verdad se asoma. Al mismo nivel, por supuesto, están las y los abogados que se dedican a administrar justicia en nombre del Estado. Me refiero a las y los jueces y fiscales. Peor aún, en un país como el nuestro, que desde su origen colonialista ha sido intrínsecamente abusivo y corrupto. Aun cuando también existe mucha generalización y por ende estereotipos, existen casos emblemáticos que validan y refuerzan dicho desprestigio. Perú ha sido triste testigo de una caso más: Hay jueces de una Corte Superior de Justicia, que acaban de absolver de los delitos de feminicidio y de violación sexual en grado de tentativa a ese personaje que paso a la historia de la vergüenza al ser grabado -desnudo y furibundo- arrastrando brutalmente de los pelos a su ex pareja durante varios metros con dirección a la habitación de algún hotel. Para los jueces de esta Corte, ello no califica como ninguna tentativa o intento de violación sexual. En cambio y desestimando los videos, así como los testimonios de la agraviada y de varios testigos (que acudieron ante el escape y los gritos de auxilio de la mujer) esa conducta no es condenable, interpretando así -de forma increíble- que el victimario quería arrastrar por el piso a su ex novia de los pelos rumbo al cuarto sólo para conversar e intercambiar reflexiones.
Foto: Michael Coghlan
En un país como el Perú, que tras Etiopía y Bangladesh, es el que registra más violaciones sexuales en el mundo entero (según la OMS), una sentencia así solo sirve como respaldo e incentivo para los miles de violadores que cada año cometen quizás el más cobarde y traumático de los delitos. Según el propio MIMP, cada 2 horas una mujer es violada en el Perú. Las cifras son de escándalo y de desolación nacional. Sin embargo, jueces con un criterio como los de esta Corte Superior (con la salvedad de uno de sus tres magistrados cuyo voto fue en discordia), no sólo producen impunidad, sino que fomentan la violencia e instrumentalización de las mujeres, tal como hizo el famoso agresor que -tal como consta a en los videos propalados- llevo al extremo la degradación de la mujer, al punto de tratar a su pareja o ex pareja -da lo mismo- como un simple objeto sexual que es arrastrado a la fuerza por el piso rumbo a un dormitorio libre de cámaras y testigos. Es inevitable preguntarse si la víctima hubiera sido la hija, la sobrina o la hermana de los jueces en cuestión, hubieran interpretado y calificado los hechos de esa misma manera. Quizás en dicho escenario no hubieran tratado a la verdad como buenos abogados, sino como seres humanos íntegros. Quizás en ese caso, los jueces en cuestión no se hubieran amparado en excusas formales (como falta de motivación o una tipificación incorrecta por parte de la fiscalía) para eludir su deber moral y obligación legal de administrar justicia, perseguir el delito y evitar que conductas evidentemente ilegales queden impunes. No cabe duda que así como el personaje grabado en esos grotescos videos representa lo peor del hombre en una sociedad machista y patriarcal como la nuestra, los jueces de esta Corte Superior han demostrado con esta sentencia lo peor de nuestro Poder Judicial en un país que ocupa el podio internacional en materia de feminicidios y violaciones sexuales. Esta es nuestra vergonzosa realidad que con sentencias así lamentablemente nunca va a cambiar.