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LA NATURALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA, MÁS CERCA DE LO QUE CREEMOS…

Sarahi

LA NATURALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA, MÁS CERCA DE LO QUE CREEMOS…

El problema de las mujeres siempre ha sido un problema de hombres…

Simone de Beauvoir

 

La violencia contra las mujeres es una violación a los derechos humanos y por su frecuencia, manifestaciones e impactos es necesario analizarla como violencia sistemática que debe enfrentarse de manera integral y que compete a divers*s actor*s y a la sociedad en su conjunto.

La violencia contras las mujeres (VcM) se sustenta en las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, sostenidas por estructuras sociales y culturales que las legitiman y respaldan.  De esta manera, se mantienen los mecanismos de control sobre los cuerpos y vidas de las mujeres, impidiendo el goce pleno de sus derechos, en particular a la integridad y su desarrollo personal.

Resulta fundamental tomar en cuenta otras interseccionalidades con las cuales se recrudece la violencia hacia las mujeres como la clase social, etnia, orientación sexual, entre otras.

Partiendo de esta premisa, en el caso ecuatoriano,  podemos distinguir la prevalencia y niveles más altos de VcM  en indígenas y afroecuatorianas con porcentajes del 67,8% y del 66,7% respectivamente, frente a un 59,1% de las mujeres mestizas.[1]

Entender la violencia como parte de un sistema patriarcal pero también, sexista, racista, colonial, es necesario para identificar las causas, intereses y relaciones de poder que mantienen la violencia como forma de control, dominio y subordinación de las mujeres.

En un reciente estudio llamado “Sí pero no. La aceptación implícita de la violencia contra las mujeres en el Perú”, se demuestra claramente que la postura de rechazo frontal a la VcM es cada vez mayor y que, en efecto, rechazarla disminuye las agresiones perpetradas por los violentadores. Sin embargo, esta postura sigue siendo superficial pues se evidencia que un 45% de hombres justificarían una potencial agresión física contra una mujer por alguna razón.

Las actitudes sí influyen en los niveles de violencia pues las personas con actitudes que justifican o son favorables a la VcM experimentan más violencia, ya sea como agredidas o como agresores, esto se demuestra con los resultados del estudio antes mencionado, por ejemplo:

“El 59.6 % de estudiantes que acepta explícita e implícitamente la VcM y la subordinación y que al mismo tiempo experimentan VcM en el último año, tienen un promedio de 22 ataques por año, mientras que aquellos que la rechazan explícitamente pero que a pesar de ello también han experimentado VcM durante el último año (29.3 %), tienen un promedio de 3.8 ataques”[2].

 

A esta evidencia se debe agregar el grado de naturalización y  consecuente absolución que esperan los agresores, pues el 50.5% de ellos no sabe si sus parejas los perdonarían, mientras que el 95% de las mujeres mencionan claramente que no los perdonarían. De igual forma, se contrastan las consecuencias esperadas, por un lado los hombres creen que solo 39.5% de sus parejas les denunciarían mientras que un 76.4% de las mujeres dijeron que sí los denunciarían[3].

También resulta alarmante que el 85% de hombres que rechazan explícitamente la subordinación y VcM, implícitamete las justifiquen.  Es decir, que las actitudes que se reproducen de manera inconsciente, directa, sin meditación cognitiva, automáticamente pasan por una serie de justificativos que van desde la instrumentalización, culpabilización, minimización, negación o hasta la indefensión.[4]

En el caso de las mujeres, del total que rechaza la subordinación y la VcM, el 71% la justificaría implícitamente, es decir, de cada 100 personas que rechazan la violencia solo 14 hombres y 29 mujeres realmente la hacen.[5]

Bajo este complejo entramado de complicidad, naturalización e impunidad, reafirmar el compromiso de combatir la violencia contra las mujeres y priorizar así el trabajo de prevención, visibilización, denuncia y tolerancia cero debe ser una prioridad para el conjunto de la sociedad.

[1] Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género. INEC 2011

[2] Ibídem pág. 71.

[3] Ibídem pág. 60

[4] Ibídem, pág. 34

[5] Ibídem, pág. 65

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#NiUNAcosoMás

Angelica

Muchas veces suponemos que en las universidades se encuentran solamente personas pensantes y capaces de guiar por el camino profesional y, por qué no, también  por el camino personal. Sin embargo, como en cualquier lugar del mundo, existen personas con mala intención y que pueden pasar desapercibidas a los ojos de l*s estudiantes. Al tener una posición más elevada respecto a sus alumn*s, algunos profesores creen que pueden abusar impunemente de su poder y, para ello,  buscan a quienes se encuentran en una posición de notoria vulnerabilidad respecto de ellos, mujeres jóvenes, con una posición más subordinada debido a su condición de mujeres y además a que l*s docentes representan la autoridad.

La violencia hacia las mujeres no solo es ejercida por hombres que no tienen educación o bajo nivel económico sino también por hombres con perfiles académicos “excelentes” y con altos puestos laborales como “profesores-doctores”. ¿Quién va a pensar que un profesor de ese nivel tendría un lado oscuro, abusador?

En el año 2015, una universitaria hizo una denuncia en contra de su profesor por acoso y coacción sexual. Durante ese año ella fue delegada de su curso y la intermediaria entre sus compañer*s y l*s profesor*s. Fue allí cuando un día su profesor la invitó a un congreso en la capital y se ofreció a hacerle un tour por el campus universitario. Muy emocionada por la noticia e ilusionada por conocer la universidad matriz la estudiante aceptó, sin imaginar que esto se convertiría para ella en una pesadilla.

Durante el tour por el campus universitario, la estudiante fue coaccionada sexualmente por su profesor. Al volver a su ciudad, ella intentó hablar sobre lo ocurrido con otros profesores pero solo le aconsejaron que no dijera nada porque era un hombre poderoso, así que decidió callar por un año y medio, hasta que un día se animó a denunciar gracias al apoyo de otr*s estudiantes.

                                                Fuente: Twitter del Centro de Estudiantes de Medicina – Paraguay

Motivada por el soporte de sus compañer*s y tod*s l*s estudiantes de su universidad hizo el hashtag #NiUNAcosoMás, consiguiendo de esa forma que esta denuncia no solo se trate de una lucha entre una estudiante y un profesor en particular sino en la de tod*s l*s estudiantes  del país.

El acoso en la universidad es una conducta particularmente grave en el caso de profesores hacia las estudiantes, que no pueden defenderse por temor a reprobar la materia o de convertirse la burla de sus compañer*s.

Esta conducta, dependiendo de la vulnerabilidad de la agredida, puede ser de diversa intensidad y manifestarse a través de sobornos, intimidación, amenaza, coerción, chantaje y, en el peor de los casos, abuso sexual.

                                                                       Fuente: Periódico “El Observador Mujer”- Uruguay

Por lo general las universidades no cuentan con protocolos institucionales para combatir estos actos ilícitos y proteger a las víctimas. Solo se puede luchar a través de denuncias en el ámbito penal, con todas las enormes dificultades que ello implica para las agredidas. Esto no debería de ser así ya que siendo la universidad una institución de educación superior, que forma profesionales y contribuye al desarrollo de la sociedad futura, tiene la responsabilidad de implementar medidas claras para prevenir que estas situaciones se presenten en sus campus y, en caso de producirse, proteger a la estudiante y sancionar drásticamente a los docentes que cometen estos abusos. Es hora de levantar nuestras voces y decir #NiUNAcosoMás.

Bibliografía.

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